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El Descanso Escogido por Dios.



La palabra “descanso” le hace corto circuito a mucha gente. Algunos han dicho “descansaré cuando este en la tumba, mientras tanto ¡a trabajar!”. Y ese tipo de personas no se saben dar un tiempo de descanso, sencillamente desconectarse del trabajo, de las actividades cotidianas y “no hacer nada productivo más que descansar”.

Lo curioso de todo esto es que desde el principio de la creación el Señor nos ordenó descansar. “Seis días trabajarás y aun el séptimo descansaras” dice la Palabra. Incluso el Señor mismo hizo todo lo que existe en seis días y descansó el séptimo, pero ¿por qué? Permítame sugerirle que es un asunto de confianza y dependencia en Dios. Cuando no descansamos y queremos trabajar de sol a sol y de lunes a lunes generalmente decimos que es porque no nos alcanza con lo que ganamos, porque creemos que podemos hacer más de lo que haríamos si estamos un día sin hacer nada; pero en el fondo de todo está el asunto de que nosotros, por nosotros mismos, salimos adelante con nuestro propio esfuerzo.

Dios diseñó el día de reposo como una declaración fuerte y clara de nuestra dependencia de Él. Lo que es más, el pueblo de Israel debía dejar de labrar la tierra cada seis años, el séptimo no se sembraría ni cosecharía absolutamente nada. Mire lo que les dice el Señor en Lev. 25:4 “Pero el séptimo año la tierra tendrá descanso, reposo para Jehová; no sembrarás tu tierra, ni podarás tu viña.” Y más adelante, “Y si dijereis: ¿Qué comeremos el séptimo año? He aquí no hemos de sembrar, ni hemos de recoger nuestros frutos;”, (la clásica excusa contra el descanso: ¿si no trabajo un día entonces quien le va a dar de comer a mis hijos?)

Déjeme decirle que si usted cree que es usted o su trabajo quien trae la comida a su casa y quien paga las cuentas, hay algo que usted no sabe. El que provee todo es Dios, lo hace por medio de su trabajo y de muchas maneras muy especiales. Tenemos que recordar que la seguridad de nuestro trabajo y nuestros ingresos es algo muy fugaz, un día se tiene trabajo y al día siguiente no. Un día se tiene fuerza y salud y al día siguiente no. El único que tiene el control soberano sobre todas las cosas es Dios, incluso el que nos contrataran, el que tengamos clientes, el que podamos vender o prestar algún servicio, viene de Dios. Por lo tanto, si Dios nos dice que descansemos un día, lo que está diciendo es que confiemos en su provisión. El señor lo explicó de este modo en Levítico; el sexto año les daría el triple de la cosecha, de modo que comiesen de ella hasta el año noveno. Abundancia en la obediencia. Una fe y una dependencia del Todopoderoso. Así que descanse en Dios porque Él es bueno y su fidelidad es eterna.

Dios les bendiga.

Publicado en La Paz de Cristo  el 26 de Julio de 2016 por Jorge A. Salazar.




ALGUNAS CRISIS QUE SUELEN VIVIR LOS MISIONEROS



Marcia Tostes escribió “La realidad de la vida del misionero es marcada por cambios constantes, con consecuencias, muchas veces trágicas, para la continuidad de la obra misionera."
Por esta razón, la visión para el pastoreo del misionero tiene que ser amplia, incluyendo todas las fases de la vida misionera.  Estas fases son:

–          El llamado
–          La confirmación por la iglesia
–          La preparación y selección
–          El envío
–          El ministerio en el campo
–          El regreso a la patria (temporal o definitivo)
–          La jubilación, pensión o retiro

Siguiendo el consejo de Prov. 27:23-24 el pastor o aquel que cuida debe conocer bien el estado de sus ovejas. Trayendo esto al contexto misionero, necesitamos estar atentos y preguntarnos: ¿De dónde vienen estos candidatos? ¿Cuál es su historia familiar? ¿Son casados, solteros, divorciados? ¿Son introvertidos o extrovertidos? ¿Qué nacionalidad tienen? ¿Cómo están espiritualmente?



Conocer a nuestras ovejas es importante, pues el cuidado debe ser apropiado para las necesidades individuales y que en el momento clave sean suplidas. El cuidado adecuado requiere selección del lugar correcto, tiempo correcto y la persona correcta”.





A continuación compartimos algunas observaciones y vivencias de un matrimonio iberoamericano trabajando en un país de acceso restringido (presentación compilada y adaptada para esta publicación).

      
            Crisis de ministerio.
“Al estar en un país de acceso restringido y con mucho control en lo religioso sobre los cristianos, las actividades evangelísticas y eclesiásticas son muy distintas y mucho más lentas a las que estamos acostumbrados en otros países que gozan de total libertad, eso produce una crisis, que a su vez está alimentada por la pregunta: “¿qué estoy haciendo acá, perdiendo tanto tiempo con esta gente cuando en mi país es mucho más fácil?”.
En medio de esa pregunta estábamos cuando llegó una visita “pastoral”: un profesor de misiones de un seminario… ¡Uy Dios!, ¡qué mal quedamos después de esa visita (y no sólo nosotros, sino todo el equipo)!. Las frases más punzantes eran: “ustedes están haciendo las cosas mal”, “si yo estuviera acá, lo haría de otro modo”, “esto no es como ustedes lo ven”… distaban mucho de ser frases propias de un pastor y lo peor de todo (y tal vez la razón de todo) era que nunca había vivido en un país de acceso restringido y sujeto a las presiones del mismo en contra del cristianismo.
Ante estas circunstancias lo que nos resultó alentador y ventajoso en ese tiempo fue formar parte de un equipo de trabajo y la confianza que nos dio. Esto es fundamental. También fue profundamente sanador leer la carta del pastor de la iglesia enviadora que dice: “confiamos en Aquel que te envió y la razón por la cual te envió. Sigue siendo fiel a Él, permaneciendo en el lugar donde te puso”.
O al compañero de equipo que dice: “¿qué sabe ese?”

            Crisis por “si yo hubiera estado”.
¿Saben cuántas veces hemos dicho: “si yo hubiera estado en mi país ahora….”?
No hay ningún mail que pueda consolar a un misionero que perdió un familiar en su país de origen estando él/ella en el campo. Pero los consejos, no sólo son ineficaces ante la crisis por la pérdida de un ser querido, sino también las producidas por el casamiento de un hermano, el nacimiento de un sobrino, la enfermedad del padre, etc.
Uno de los temas centrales es formar parte de una comunidad (iglesia enviadora) y la confianza que podes encontrar. La confianza pasa por saber que mi comunidad (iglesia) estará consolando a mi familia por la pérdida de mi ser querido, que estará ayudando a mi hermana en el embarazo o a mi hermana en el casamiento y en el mejor de los casos (cuando se pueda) tratará de buscar el dinero para mi pasaje.

            Crisis de “¿dónde están los que me enviaron?”
Los misioneros que conocemos, fueron enviados por iglesias que se dividieron o sufrieron peleas entre sus líderes o migraciones a otras iglesias, durante el tiempo en que ellos permanecían en el campo.
Esto produce dos crisis, como consecuencia de sendas preguntas:
  1. ¿Por qué, mientras estoy en este país tratando que esta gente conozca el amor y la libertad en Cristo, los que me enviaron no saben qué hacer con ese amor y libertad?
  2. ¿Qué va a pasar con todos mis amigos que me prometieron apoyo y ahora se fueron a otra iglesia?
Por tanto, aquí es fundamental el apoyo de los demás compañeros de equipo que (obvia y lamentablemente) ya pasaron por esto.

            Crisis por falta de sostén
No es posible leer los consejos electrónicos que nos envían porque no tenemos dinero para pagar la luz, ni el teléfono.
Sólo hay dos maneras de solucionar esta crisis.
Que tus compañeros de equipo te ayuden (algo que es sumamente normal y pasa muy a menudo) o que la iglesia se preocupe por el sostén.

            Crisis de idioma
Cuando uno está atravesando una continua crisis por el aprendizaje del idioma, nunca falta alguna visita de tu país de origen u otro que llega y que luego de hacer la pregunta: “¿cómo se dice SI, en este idioma?” y escuchar la respuesta, te dice: “ah, pero este idioma es muy fácil… ¿de qué te quejas?”.
Nada como el consuelo de los compañeros de equipo que el otro día preguntaron por el baño y los mandaron a la cocina.

            Crisis de “no tengo con quien hablar, ni contar mis problemas”
Nadie como un compañero de equipo para contarle en vivo y en directo tus penas, o en su ausencia, a veces es bueno que sepas que tu pastor lee tus mensajes pero que no te cuestionará por lo que sientes.

Crisis de llamado
¿Qué hago aquí perdiendo el tiempo? Al primer misionero que te diga que nunca se preguntó eso, pídele dos autógrafos: una para ti y otro para mí.
La confianza de la iglesia en el llamado es fundamental para la permanencia en el campo. En los momentos difíciles (de duda) siempre estaban los mensajes de mis líderes, recordándome que el llamado de Dios era para toda la iglesia (no sólo para mi) y que la misión en el campo continuaría hasta que el Señor lo decidiera.
En contraposición a esto, lamentablemente hay iglesias que no confían en sus misioneros porque no ven “resultados”. No confían en el misionero, ni en su llamado; sólo confían en su visión de lo que deberían ser los resultados, es decir en las miles de almas perdidas que se convierten pasando de las tinieblas a la luz por medio del dinero de nuestras ofrendas. Entonces dan el “espiritual” consejo: “si no hay convertidos, entonces vuélvete”, o lo que es peor (y por tanto híper-generador de crisis) “te cortamos el sostén porque no vemos frutos”.

            Crisis en el equipo
Es sin lugar a dudas una crisis muy potente en el momento que te hace decidir volver a tu país. Cuando surgen problemas de relación entre los misioneros mismos es clave saber que tu iglesia enviadora confía en ti. Esa confianza da mucha fortaleza en los momentos difíciles y te permite dar un paso más”.
Mario Loss en su libro Choque Transcultural nos habla sobre las  necesidades de los misioneros. “Estas son necesidades de personas en cualquier parte del mundo y en cualquier labor:

1.           Sentirse amado
2.           Sentirse valioso
3.           Sentir que su vida tiene propósito
4.           Sentirse seguro / protegido
5.           Sentirse parte de una comunidad – equipo, familia, u otro
6.           Provisión de necesidades básicas: agua, comida, refugio y ropa.


  1. Salud para funcionar
Muchas veces el obrero sufre o suele tener una crisis en alguna de estas áreas. Por ejemplo, puede sentir que Dios y la iglesia se han olvidado de él. También puede pensar que su vida no sirve para nada, se siente desprotegido, en soledad y en gran peligro físico o espiritual. Otras veces sufre en su salud física y es puesto a prueba ante la falta de recursos”Son momentos donde se necesita confiar en la verdad que Dios nos ama y entender sus promesas.
Dios está siempre con nosotros y en el control de toda circunstancia (2 Co 1:6; 4:7-97:5-712:7-9). Dios pagó un precio de valor incalculable al enviar a su Hijo Jesucristo para rescatarnos a cada uno de nosotros. “Solo un tonto pagaría un tesoro por basura, y Dios no es tonto”. “Dios no hace basura”. Dios nos abraza y esto provee la seguridad necesaria en tiempos de prueba. “¿Quién nos podrá separar del amor de Cristo? ¿El sufrimiento, o las dificultades, o la persecución, o el hambre, o la falta de ropa, o el peligro, o la muerte violenta?…En todo esto salimos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Rom. 8:35-38).
Jesucristo tiene toda la autoridad sobre el cielo y la tierra. Nuestra vida tiene sentido y propósito. Nos asegura que estará siempre con nosotros hasta el fin del mundo. Podemos sentirnos amados, valiosos y somos familia. Contamos con su protección (Mt 6:25-34) en la  tarea que tenemos por delante (Mt 28:18-20Jn 20:21).


 


Como tratar con la basura de nuestro pasado.


Cuando Cristo nos encontró nos halló en un basurero. Dolidos por un saldo de moretones de erradas decisiones; derrotados en las cenizas de sueños inverosímiles que se convirtieron en pesadillas; victimizados por vicios ajenos que recayeron sobre nosotros; desorientados por disfuncionalidades de nuestra formación que nos hizo presos de hábitos casi inescapables; arrumbados por fracasos de oportunidades que se dan una sola vez y que, como los cometas, no vuelven en muchos años; descuadrados por obsesiones que atrofiaron nuestro sistema emocional. En suma, éramos basura, en un mundo de basura.

Aquél que con su poder saca la luz de las tinieblas nos reciclo: de basura a piezas preciadas de su gracia. Dios nos renovó por completo, somos nuevas criaturas, con una nueva naturaleza, y una nueva vida.  No obstante, todavía hay vestigios del pasado. Lo nuevo ha sido iniciado pero lo viejo no ha sido desechado completamente. Vivimos entre dos influencias: la gracia del Espíritu Santo y la corrupción fantasmal del viejo hombre que se empeña en arrastrarnos al pasado. Tu avance y el mío depende de cómo procesamos nuestro pasado vil.
Algunos cristianos optan por almacenar la basura del pasado. Son pepenadores en búsqueda de cosas con las cuales alimentarse o desechar de su pasado. Se la pasan desglosando los “por qués” del pasado, alucinando nostalgias nocivas que los hunden en la depresión. No avanzan pues todavía se encuentran llorando en la tumba de su viejo hombre.
Otros destruyen la basura del pasado. Todo lo vivido, según ellos, merece depositarse en el cesto del olvido, es inservible: un estorbo en la jornada rumbo a la gloria. Entonan en tono triunfal la canción cristiana: mirarte solo a ti Señor y no mirar atrás. Indudablemente su orientación es correcta, pero su experiencia es parcial.
Todo cristiano debe entender que la fe no solo debe ser el prisma a través del cual se mira hacia el futuro, sino también hacia el pasado. ¡Si, absolutamente!, hay que mirar al pasado con fe. ¿Fe?,  ¿fe en qué?. Fe en el Dios soberano. Dios es Dios tanto del futuro como lo es del presente y lo fue del pasado. Y no solo de nuestro pasado limpio, asimismo del pecaminoso. El salmista afirma contundentemente la soberanía de Dios sobre el mal al decir: “aun la ira del hombre te alabará” (Salmos 76:10). Es decir, aún las más siniestras obras del hombre tienen un inevitable desenlace: glorificar a Dios. El peor crimen de la historia perpetrado al asesinar brutalmente al hijo de Dios, redundó en la exaltación de la gloria de Su amor y en el mayor de los bienes: la salvación de los hombres.
Increíble pero cierto! Dios orquestó cada paso de tu vida incluyendo los pecados en los que participaste y las heridas que cosechaste. Por supuesto, Dios nunca te tentó al mal, pero siempre reguló tu participación con el objetivo de su gloria futura. Sansón sirve como perfecta ilustración. Su nacimiento fue anunciado con privilegio divino, más su vida resultó una calamidad moral que amargó la vida de sus padres. Para Dios no fue una tragedia, sino una estrategia para que Sansón terminase en el centro del templo de Dagón causando el Septiembre 11 de los Filisteos.
El gran arquitecto del universo acostumbra erigir edificios de gracia sobre la ruinas y cenizas de nuestro pasado. Dios no almacena, o destruye nuestra basura sino que la recicla para producir instrumentos óptimos para uso en un mundo estropeado por el pecado. Cristiano, tu pasado no fue un accidente del destino, aun lo peor que viviste será utilizado por Dios para edificar a la iglesia si tú dispones tu vida para ser un instrumento de Su gracia.
Dios gracias por tu palabra.

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CEGUERA ESPIRITUAL.

Ceguera Espiritual.

La Biblia describe al hombre natural como alguien que está ciego a las realidades espirituales y es incapaz de siquiera desear el remedio contra su ceguera (2 Cor. 2:142 Cor. 4:3). El hombre incrédulo está espiritualmente ciego. Él cree que ve pero la realidad es que no ve. Este es el tema del Marcos 8:1-26.

Una lección repetida para un grupo de alumnos de lento aprendizaje (Mr. 8:1-9)
De nuevo una multitud grande rodeó al Señor Jesús quienes por tres días estuvieron absorbidos en las enseñanzas del maestro, pero en este día ellos ya no tenían que comer. Al ver Jesús a la multitud, el evangelista nos dice que Él tuvo compasión de la gente. El Señor Jesús es un Señor tan compasivo que se preocupa hasta de nuestras necesidades físicas, y se compadece de nosotros al punto que actúa para intervenir para suplir nuestras necesidades.
En vez de recordar que Jesús había obrado un milagro en una situación similar, sus discípulos preguntaron a Jesús qué habían de hacer con esa multitud. Tenemos un serio problema para aplicar lo que conocemos del Señor, mas el Señor en Su compasión no desecha a Sus discípulos y les enseña de nuevo la misma lección que les enseñó en Marcos capítulo 6. Una de las cosas que podemos recordar con este milagro es que podemos echar nuestras ansiedades sobre Él, porque Él tiene cuidado sobre nosotros (1 P. 5:7).
Palabras de juicio para un grupo de ciegos que no quiere ver (Mr. 8:10-13)
Los fariseos buscaron a Jesús para ponerle a prueba. Este grupo de hombres había decidido rechazar todas sus enseñanzas porque les eran ofensivas. El mensaje del evangelio de gracia que predicaba el Salvador era ofensivo para sus oídos; por lo tanto le exigieron una señal del cielo como prueba. Jesús no respondió a la demanda de los fariseos porque ellos no necesitaban más señales; necesitaban arrepentimiento. Esto es solo una evidencia más de que los hombres amaron más las tinieblas que la Luz que vino al mundo (Jn 1:9-10).
El Señor es muy paciente, pero hay un momento en que el incrédulo traspasa una línea de no retorno donde termina toda oportunidad de arrepentimiento. Ese día probablemente estos fariseos la cruzaron, por lo tanto Jesús los abandonó.
Los líderes religiosos estaban completamente ciegos, pero sus discípulos también tenían un problema de fe.
Unas palabras de reprensión para un grupo de creyentes con miopía espiritual (Mr. 8:14-21)
Jesús en la barca advierte a sus discípulos a que se cuiden de la levadura de los fariseos, saduceos y de los herodianos. De la misma manera nosotros hoy en día debemos tener cuidado de los legalistas (sabiendo que el principal legalista somos nosotros mismos), de aquellos que atacan la autoridad infalible de la Biblia, y de la mundanalidad. Un poco de levadura puede corromper toda la masa.
Mas el punto principal de esta historia es la reacción de los discípulos a la advertencia de Jesús; quienes discutían entre sí que no tenían panes. Jesús había repetido la enseñanza de la multiplicación de los panes, pero ellos estaban tan preocupados y ansiosos que ahogaron el efecto de las palabras que Jesús les estaba diciendo. La preocupación por la falta de pan no era más que un resultado de su falta de fe y esa falta de fe que producía preocupación entorpecía su entendimiento. Jesús les estaba haciendo ver que un corazón regenerado puede experimentar un grado de endurecimiento. Nos resulta tan difícil conectar los puntos, olvidamos por completo lo que Él ha hecho y quién Él es en medio de las dificultades. El Señor no se cansa de enseñarnos. Aquellos que tienen luz de la esperanza de Dios en sus corazones deben anhelar crecer en su conocimiento de esa luz.
Un milagro esperanzador (Mr. 8:22-26)
Los evangelios son biografías teológicas. El autor de este evangelio quiere enseñarnos algo con el recuento de este milagro. Este es el único milagro registrado en dos etapas. Jesús quería tratar con este hombre ciego de una manera personal. Cristo quería mostrarles de una manera gráfica de su necesidad de crecer en su entendimiento y de la obra que Jesús iba a seguir haciendo en ellos. Al igual que el hombre podía ver de forma borrosa cuando Jesús le abrió los ojos, los discípulos solo veían de forma borrosa las verdades de Cristo. Al mismo tiempo afirma que Jesús seguirá afinando su visión hasta que lleguen a Su presencia. Si sientes que te hace falta mucho por crecer, anímate porque eso significa que la gracia te ha alcanzado y Jesús te ha abierto los ojos.






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El arrepentimiento no es opcional

Arrepentimiento.

¿Cómo podemos llegar al día del juicio y ser librados de la condenación eterna? Ese día se acerca para todos. La pregunta es: ¿Estamos preparados para enfrentarlo? El propósito de esta reflexión es mostrar que experimentar el arrepentimiento es crucial para la salvación. ¿Salvación de qué? ¿Del pecado? Sí. ¿Del infierno? También. Pero sobre todo y más importante aún, somos salvos de Dios mismo. Fue precisamente Jesús quien dijo:


“Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien temed a aquel que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno” (Mateo 10:28).

Pero de manera paradójica, es ese mismo Dios el único que nos puede salvar. El único lugar seguro para refugiarte de Dios es refugiarte precisamente en Dios. La única manera de asegurar esa salvación es ponerte de acuerdo con Dios con respecto a tu culpabilidad y a los pecados que has cometido. Si realmente quieres que te vaya bien en el día del juicio, no digas al Señor que el pecado no es nada… cuando Él dice que por eso envió a Su Hijo a morir en una cruz, y cuando afirma que lo abomina tanto.

“Por tanto, habiendo pasado por alto los tiempos de ignorancia, Dios declara ahora a todos los hombres, en todas partes, que se arrepientan, porque El ha establecido un día en el cual juzgará al mundo en justicia, por medio de un Hombre a quien ha designado, habiendo presentado pruebas a todos los hombres al resucitarle de entre los muertos” (Hechos 17:30-31).

El verbo que LBLA traduce “declara” es traducido por la RV60 y otras como “manda”. La palabra parangello tiene el sentido de dar órdenes, dar instrucciones o dirigir con autoridad a alguien a hacer algo. Aparece otras veces en el libro de Hechos; como en 1:4 cuando Jesús les ordenó a sus discípulos a quedarse en Jerusalén; en 10:42 cuando les ordenó predicar el evangelio; en 4:18 cuando las autoridades prohibieron a Pedro y a Juan predicar el evangelio. También aparece en 16:18 cuando en Filipos, Pablo ordenó al demonio salir de una joven:

“Y esto lo hacía por muchos días; mas desagradando esto a Pablo, se volvió y dijo al espíritu: ¡Te ordeno, en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella! Y salió en aquel mismo momento”(Hechos 16:18).

De manera que podemos ver claramente que el texto habla de algo que no es opcional sino obligatorio y necesario para la salvación. Como veremos, este es un elemento común en la predicación de Juan el Bautista, de Jesús y de los apóstoles. Juan el Bautista comenzó su ministerio y lo primero que hizo fue predicar el arrepentimiento.

“En aquellos días llegó Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 3:1-2).

El Señor Jesús comenzó su ministerio y lo primero que hizo fue predicar el arrepentimiento.
“Desde entonces Jesús comenzó a predicar y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17).


Luego el Señor comisionó a los doce apóstoles para que salieran a predicar. En Mr. 6:12 se nos dice que al salir “predicaban que todos se arrepintieran”. Antes de su ascensión el Señor dejó instrucciones claras sobre cuál debía ser el mensaje a proclamar entre las naciones.


“Y que en su nombre se predicara el arrepentimiento para el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Lucas 24:47).


Luego de la ascensión del Señor y de la venida del Espíritu en Pentecostés, el apóstol Pedro dio inicio a su ministerio predicando igualmente el arrepentimiento.

“Y Pedro les dijo: Arrepentíos y sed bautizados cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38).

“Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que tiempos de refrigerio vengan de la presencia del Señor” (Hechos 3:19).


El ver lo que todos ellos hicieron al iniciar sus ministerios es lo que ha llevado a ver el arrepentimiento como “la primera palabra del mensaje del evangelio”. Lamentablemente, lo que para todos ellos eran prioritario proclamar, hoy en día se toma como opcional. Y observen cómo vez tras vez el arrepentimiento no es meramente sugerido… es ordenado y mandado.

¡Arrepentíos!
Otra cosa que el texto de Hechos 17 que leímos contiene es que ese mandato es para todos.


“Por tanto, habiendo pasado por alto los tiempos de ignorancia, Dios declara ahora a todos los hombres, en todas partes, que se arrepientan, porque El ha establecido un día en el cual juzgará al mundo en justicia, por medio de un Hombre a quien ha designado, habiendo presentado pruebas a todos los hombres al resucitarle de entre los muertos” (Hechos 17:30-31).


No era un asunto meramente para los judíos. De hecho cuando Pablo se despide de los pastores de Efeso en Hechos 20, cuando va de regreso a Palestina sabiendo que lo iban a encarcelar, resumió su ministerio con estas palabras:

“Cómo no rehuí declarar a vosotros nada que fuera útil, y de enseñaros públicamente y de casa en casa, testificando solemnemente, tanto a judíos como a griegos, del arrepentimiento para con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hechos 20:20-21).


El mensaje del evangelio que contiene esta nota acerca del arrepentimiento no está limitado a un grupo étnico en particular. Es para todos los grupos en todas las naciones (“en todas partes” (17:30); “tanto a judíos como a griegos” (20:21). No es para una época en particular. Fue el mensaje que Dios asignó a la iglesia en la gran comisión, según el pasaje de Lucas 24.


El mandato divino al arrepentimiento es una clara evidencia de que no es la cultura ni la sociedad la que decide lo que está bien y lo que está mal. Dios lo decidió. Y no es sólo un asunto de que dio sus leyes a los hombres, es un asunto de su carácter mismo. Él es un Dios santo. La gente quiere vivir con un relativismo cultural selectivo. Lo que ellos quieren está bien; y lo que no les gusta está mal. Es por eso que algo que era aceptado ayer en los Estados Unidos (la libertad religiosa), está siendo pisoteado en el día de hoy. Es por eso que lo que ayer eran perversidades, hoy son normas aceptadas. No sólo hay series de TV que ya presentan las relaciones entre personas del mismo sexo como normales; hay quienes ya están pidiendo que sean incluidas en las películas para niños.


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